jueves, 3 de mayo de 2018

Decio Machado: “Podríamos asistir a una próxima crisis de liquidez que conllevase un fuerte costo político para el gobierno”

Aprovechando nuestra visita al Ecuador entrevistamos a Decio Machado, analista político y ponente habitual en diversos seminarios de pensamiento crítico en América Latina. Es autor junto a Raúl Zibechi del libro “Cambiar el mundo desde arriba: los límites del progresismo” y una de las fuentes de opinión más autorizadas respecto a la realidad política del Ecuador y el subcontinente. 
Miguel Kokinos / Revista Hekademeia
El Presidente Lenín Moreno declaró que su gobierno es un gobierno de izquierdas en una recientemente entrevista con el periodista Ignacio Ramonet en el prestigioso periódico Le Monde Diplomatique. Más allá de las diferencias actualmente existentes entre Rafael Correa y el actual mandatario ecuatoriano, ¿estamos asistiendo a un cambio de ciclo político en Ecuador o tan solo a una disputa de liderazgos en la izquierda?
Las elecciones seccionales de febrero del 2014 marcan el inicio del fin de la hegemonía correista en el país. En aquellas elecciones Alianza PAIS perdió la mayoría de los gobiernos provinciales del Ecuador y tan solo fue capaz de ganar la Alcaldía de una de las diez ciudades más pobladas del país. Entender como en tan solo un año, pues en las presidenciales del 2013 Rafael Correa había obtenido tres millones de votos más que su más directo contender, la nave correista comenzó a hacer aguas tiene que ver con comprender la afectación en la economía nacional de la caída de los precios del crudo en el mercado internacional de commodities.
En los ocho años de bonanza económica durante la década en la que Rafael Correa gobernó el país se visualizó, más allá de su retórica populista, una notable incapacidad para plantear salidas soberanas a la cada vez mayor dependencia que Ecuador iba adquiriendo respecto a los mercados internacionales de commodities. Por poner tan sólo un ejemplo, las exportaciones de bienes procesados no petroleros en Ecuador en 2006 era de tan sólo el 4,9% del PIB nacional, pero cuando comenzó a sentirse la crisis en la economía nacional durante el año 2014 ese indicador había bajado aún más, alcanzando la irrisoria cuota del 3,9%. A partir de ahí, terminado el período de la economía fácil, el régimen dejó de tener avances en indicadores sociales antes exitosos tales como la disminución de la pobreza, el incremento de la capacidad adquisitiva de los sectores medios y medios bajos, o la generación de empleo adecuado.
Es a partir de entonces cuando se produce un quiebre en la política nacional, es decir, es antes de la llegada del actual gobierno cuando comienza a forjarse un cambio de ciclo político en el Ecuador. En definitiva, es el propio gobierno de Rafael Correa, con un Estado ya carente de liquidez, el que comienza a modificar gran parte de sus anteriores políticas económicas, políticas e incluso sociales. Todo esto lleva a que en 2017 ya no sea Correa el candidato oficialista a la presidencia sino Lenín Moreno, el cual necesitó dos vueltas y apenas 220.000 votos de diferencia para ganar las elecciones.
¿No existe entonces un cambio entre los últimos tres años de Rafael Correa y este primer año de Lenín Moreno en la Presidencia de la República?
Claro que existe, pero hay que hablar con propiedad sobre este tipo de cosas. Para empezar, hay que ubicar adecuadamente estos dos momentos diferentes.
Básicamente y como la estrategia de Rafael Correa era volver en 2021 para salvarnos nuevamente de la “larga noche neoliberal”, lo cual haría ya con una imagen renovada y sin el costo político que implica las hoy necesarias medidas de reajuste económico para enfrentar un insostenible déficit fiscal heredado de su misma gestión, se entró en una espiral de agresivo endeudamiento público buscando mantener políticamente impoluta su figura de gran líder. Esto fue muy irresponsable, pues carentes de alternativas políticas y económicas, el correísmo se dedicó a comprar tiempo desde que terminara el período de la “economía de las hadas” que vivió el subcontinente entre 2003 y 2013, endeudando desesperadamente al país y bajo la previsión de dejarle la “papa caliente” al siguiente gobierno sin el más mínimo pudor.
Fíjate que aún en plena crisis, entre 2015 y 2017, se realizaron más de 167 mil procesos de contratación pública. Hablamos de más de 18 mil millones de dólares en gran parte soportado sobre un montante cada vez mayor de endeudamiento público, donde pese a la concentración de millones de dólares en pocas empresas, los amigos del régimen, al final han vivido mal que bien de ese monto unos 36 mil contratistas. De esta manera hasta el sector privado se mal acostumbró a vivir mamando de la teta del Estado, sin hacer el más mínimo esfuerzo de inversión ni asumir riesgos de capital.
A diferencia de entonces, a la actual administración de Moreno no le queda otra que afrontar la real situación económica de un país donde el Estado ya no tiene capacidad para ejercer como motor de la economía nacional y donde la capacidad de endeudamiento público desbordó el límite hace ya algún tiempo. Esto implica que ahora el Estado tiene que negociar con el sector privado en unas condiciones de debilidad extrema que no existieron durante el período anterior. Es desde esa perspectiva desde la cual puedes entender la composición del actual gabinete de ministros y algunas lógicas políticas en las que estamos en este momento asistiendo.
Tu fuiste asesor político del ex presidente Correa, ¿tu ruptura con el régimen tienen que ver con el momento político correista que nos describes?
Mi salida del gobierno de Rafael Correa se dio unos años antes y tiene que ver con las lógicas disciplinarias y de control social que fueron paulatinamente implementándose desde el régimen sobre la población y el tejido social organizado. Más que por cuestiones relacionadas con la política económica, mi decisión tuvo que ver con no querer formar parte de un gobierno con tendencias autoritarias y represivas.
Vuelvo a preguntarte por algo que parece que no quieres contestar, ¿es el gobierno de Lenín Moreno un gobierno de izquierdas?
Cuando Lenín Moreno le dice a Ignacio Ramonet que su gobierno es de izquierdas habría que saber que es lo que entiende tanto Moreno como Ramonet por ser de izquierda.
Si consideramos a la socialdemocracia como una tendencia política de izquierda, debo decirte que he oido a dirigentes políticos como el español Albert Rivera o el venezolano Henrique Capriles autodefinirse como socialdemócratas liberales. Sin embargo, si te cambio el chip y te digo que ser de izquierdas implica buscar transformar este modelo de sociedad basado en el libre mercado y la ley del capital, ni Correa ni Moreno ni Evo ni Lula ni Mujica ni otros tantos líderes latinoamericanos llamados progresistas serían de izquierdas.
Las opciones políticas tienen un enfoque moral, desde la revolución francesa y especialmente a partir del siglo XIX la izquierda tiene su raíz en la justicia social, la equidad y la ética, mientras la derecha se afianza sobre valores de autoridad, orden y status quo. Sin embargo hoy vemos como ingresan en las cárceles o se fugan de sus respectivos países los apólogos durante esta última década de la superioridad moral de la izquierda en América Latina. Conclusión: pese a que personalmente tenga muy claro de que cultura política provengo, mientras no resignifiquemos y volvamos a dignificar el concepto izquierdas el debate sobre quien es realmente de izquierdas y quien no es un debate que prefiero dejar en manos de apóstoles de la fe y restauradores de iglesias.
¿En qué se diferencian el proyecto país del gobierno de Lenín Moreno respecto al proyecto país existente en el gobierno de Rafael Correa?
Entendiendo que un proyecto país va más allá de lo que estrictamente podemos entender como un programa electoral, te confieso que dudo de que ningún gobierno en el Ecuador haya tenido un proyecto país en los últimos sesenta años. Ni el presidente Moreno, ni Correa en su momento, ni los partidos de oposición conservadora o progresista que conforman el tablero de juego político actual en Ecuador tienen un proyecto de país en la cabeza. Pero si vamos más allá y analizamos a los actores sociales, podemos ver que tampoco el sector empresarial, quienes se caracterizan por una visión muy cortoplacista y egoísta, gozan de proyecto país alguno.
La diferencia entre Rafael Correa y el actual gobierno es que Correa sí decía tener una propuesta de país, lo que en realidad no pasaba de ser un mal intento por aplicar algunos aspectos exitosos del modelo de desarrollo aplicado en el sureste asiático y que terminó siendo desastroso en Ecuador. Ahora sin embargo, con el presidente Moreno, el gobierno nos habla idílicamente sobre trazar consensos entre todos los actores de la sociedad, consensos generales con plazos abiertos para consolidar una propuesta colectiva que permita la construcción de soluciones a los problemas nacionales con participación de todos quienes se quieran ofrecer a realizar aportes.
En todo caso y más allá de la retórica política de uno y otro gobierno, la realidad es que el tiempo pasa y este país sigue sin ser capaz de diseñar una hoja de ruta adecuada para desarrollar una inserción inteligente en el sistema mundo.
Te veo pesimista respecto a la situación actual del país…
La verdad es que no me preocupa la situación actual sino lo que viene a corto y medio plazo. Desde mi punto de vista, el actual gobierno es más honesto que el anterior, pues al menos es consciente de sus limitaciones y tiene claro que su rol se enfoca a dirigir pacíficamente una fase de transición política post-caudillista en Ecuador. En ese sentido no engaña a la ciudadanía.
Sin embargo y pese a los discursos positivos que se emiten respecto a la mejora económica del Ecuador, lo cierto es que continúa el proceso de endeudamiento público y se incrementan las dificultades para obtener liquidez a corto plazo. Explico básicamente esto: los chinos entienden que las denuncias respecto a los sobreprecios en los megaproyectos nacionales enmarcadas en las políticas de lucha anticorrupción emprendidas por el actual gobierno actúan en contra de sus intereses y prestigio regional, lo cual les genera malestar y cierta animadversión respecto al actual gobierno; a su vez, ya se han excedido los límites de financiamiento posible en instituciones como el Fondo Latinoamericano de Reservas entre otras; la tasa de riesgo del Ecuador es la más alta de América Latina tras Venezuela; el EMBI o índice de bonos de mercados emergentes del Ecuador tiene una tasa mínima de interés del doble de la media latinoamericana; y basta con chequear cual es la cotización actual de los bonos de deuda emitida por el Estado, la cual se cotiza por falta de credibilidad en mercados bursátil secundarios e incluso terciarios, para percibir su tendencia a la baja, lo cual lo hace poco atractivo para futuros inversores.
En resumen, podríamos asistir en breve a un escenario de falta de liquidez que obligue al Gobierno a recurrir obligatoriamente al Fondo Monetario Internacional, institución que nos impondrá como condición para otorgar su financiamiento un ajuste técnico que permita desinflar una economía que sin duda está inflada y que tendrá como nervio de actuación la capacidad adquisitiva de la población.
Cuando este gobierno termine, veremos si es en el 2021 o incluso antes, lo que vendrá después tiene altas probabilidades de ser un gobierno de perfil conservador. Si algo nos dejó la gestión correcta del país más allá de deuda externa, control social, autoritarismo, corrupción e infraestructuras, fue precisamente una pésima percepción por parte de la población del país respecto de todo aquello que pueda identificarse con ideología política e izquierdas


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